Te saludo desde mi corazón,
Hace 2000 años Jesús fue juzgado y condenado a muerte, y todo porque la sociedad de su época no comprendió su mensaje. Jesús expresó libremente, con amor y con valentía quién era él, quién era su padre y quiénes somos nosotros, sus hermanos. Fue este ser maravilloso quien dejó sembrado en cada corazón su mensaje de amor, un ser que no distinguía entre unos y otros, que amaba incondicionalmente y que daba a cada cual lo que le pertenecía por derecho de nacimiento. Hoy, 2000 años después, lejos de comprender su mensaje seguimos juzgando y condenando a las personas que están a nuestro alrededor. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo comprender y vivir su mensaje? ¿Somos el miedo y la ilusión, o somos la realidad de la expresión del amor? ¿Cuál es el camino para dejar de juzgar y comenzar a vivir en el amor incondicional?
Es el momento de cambiar, no en vano estamos viviendo un nuevo despertar de la consciencia, una gran oportunidad para recordar rápidamente quiénes somos y para qué estamos acá en la Tierra. Algunos profetas anunciaron el fin de los tiempos, pero en mi opinión, somos nosotros los que estamos dando fin a todo lo que nos rodea en esta experiencia humana: la vida, la naturaleza, el planeta Tierra, etc.. ¿Por qué seguir esperando más tiempo para despertar y comenzar a vivir desde el amor incondicional? El llamado es a despertar ahora, y por esto estás leyendo este mensaje.
Ahora que estoy escribiendo este artículo comprendo por qué en las últimas semanas he venido escuchando historias de personas que a través de las redes sociales están juzgando y condenando a otras. Pero lo que es más lamentable, la sociedad se está polarizando para hacer justicia por su cuenta. ¿Es necesario entrar en el juicio, la calumnia y la condena pública? Esta no es una competencia en donde debemos tomar partido para apoyar a unos y juzgar a otros. Paradójicamente, le damos más importancia a la justicia humana que a la realidad del amor, al juicio del otro que a la compasión, a la condena que a la aceptación de su propio proceso. La justicia humana se ha convertido en un intento fallido para salir de la ilusión, del miedo y del desamor en el que vivimos, pero yo te digo que podemos llegar a vivir sin ella, si decidimos de manera consciente comenzar a expresar el amor que somos a través de actos compasivos y sinceros de corazón. Y a pesar de lo que nos ha sido trasmitido a través de los tiempos, Dios no tiene que ser justo, porque él no tiene que aplicar la justicia sobre nosotros sus hijos. Es tan grande su amor por nosotros que nos hizo libres para elegir cómo experimentarnos, así que dentro de su agenda no está el interferir en nuestro proceso espiritual y tampoco condenar a unos o a otros por lo que hacemos o dejamos de hacer en esta experiencia humana. ¿Acaso no es este el más grande acto de amor que un padre puede tener con un hijo? Piénsalo por un instante y siéntelo en tu corazón.
En el proceso de juzgar desviamos la mirada hacia al otro, sin darnos cuenta que es a través de él que nos podemos ver a nosotros mismos. Juzgar no es en si bueno o malo, es una oportunidad para recordar que en el amor que tú eres todo lo que estás viviendo afuera es un reflejo de tu realidad interna, y que tú, consciente o inconscientemente, lo estás eligiendo. Juzgamos a los demás cuando estamos en la ilusión de creer que lo que estamos viviendo es el resultado de un desequilibrio de posiciones, en donde existe una víctima y un culpable. Y tomo de la frase anterior que juzgar parte de una ilusión, porque no hay manera de crear tal desequilibrio cuando somos nosotros los que desde nuestro libre albedrío elegimos vivir las diferentes situaciones que se nos presentan en la vida cotidiana. Y quizá esto que te estoy diciendo te genere confusión, pero esta confusión nace del deseo de querer comprender desde la mente todo lo que te sucede. El hecho de que tú no comprendas lo que estás viviendo, no quiere decir que no tenga un sentido y un propósito. Por el contrario, el verdadero sentido de lo que estás viviendo nace del deseo del alma de experimentarse a si misma en el amor que ella es. Volviendo al tema, es a través del acto de juzgar que podemos tomar consciencia que en la realidad espiritual no existen las víctimas ni los culpables, porque cada uno elige cómo experimentarse a si mismo. Esto te invita a recordar que tú eres responsable de tu propia experimentación y que por lo tanto no eres víctima de nadie, así como ninguna persona es víctima tuya.
En la experimentación del amor a través del contraste (la dualidad), juzgar nos permite darnos cuenta que somos responsables de lo que vivimos, y que el otro es tan solo el espejo que nos lo muestra. Cuando tú integras esto dentro de ti, ese otro al que llamabas culpable o victimario, se convierte en un aliado en tu proceso de experimentación, y comienzas a verlo con gratitud. Incluso, llegas a bendecirlo porque te permite ver lo que aun no habías podido ver de ti mismo. Así que una manera de saber si estás viviendo desde el “no juicio” a los demás, es cuando tienes una mirada benévola y de gratitud hacia el otro, independientemente de la situación que estás viviendo junto a él.
Y como he comentado previamente a lo largo de esta Experiencia Yo Soy, llega un momento dentro de nuestro proceso espiritual en el que el nivel de consciencia nos permite recordar que somos amor. Es en este momento de nuestro proceso en donde se hace evidente que existe otro camino para vivir la vida: el amor incondicional. ¿Y qué es vivir en el amor incondicional? Es permitirnos expresar libremente la divinidad que habita en nosotros. En el amor incondicional no existe el juicio porque sabemos que cada uno es responsable de lo que vive, y que en la unidad a la que todos pertenecemos, el otro es tan solo un reflejo de mi mismo. En otras palabras, en la consciencia de amor y bajo el principio de la unidad, comprendemos que lo que vivimos tiene un sentido, y que el otro no está para hacernos daño sino para permitirnos recordar quiénes somos y así poder vivir en el amor incondicional. Cuando tú vives en el amor incondicional, todo pensamiento, toda palabra y todo acto que realizas tiene un impacto positivo en el otro, porque es una manera de darte a ti mismo el amor que tú deseas recibir. Por esta razón, en el amor incondicional podemos llegar a prescindir de la justicia humana, porque en él no hay manera de dañar al otro, toda vez que hay una consciencia de amor y de unidad. Hay una frase que refleja esta consciencia de amor y de unidad y que quisiera compartir contigo: “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti, y si quieres algo para ti, da a los demás eso que tú quieres recibir”.
En el amor que nos une, me comprometo a acompañarte a recordar quién eres, a despertar y a vivir en el amor incondicional. Es por esto que he decidido crear la experiencia #NoJuzgar, a través de la cual voy a compartir situaciones de la vida cotidiana para que juntos trascendamos el juicio de los demás con reflexiones y acciones sencillas y concretas propias del amor incondicional.
¡Acompáñame y vivamos juntos esta nueva Experiencia Yo Soy!
Gabriel Francisco
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