Te saludo desde mi corazón,
Todo surge con una pregunta: ¿quién soy yo? ¿Cómo puedes llegar a reconocer quién eres si no es experimentando lo que no eres?
El amor y el miedo son las únicas fuerzas presentes en el universo, y se complementan entre sí para hacer de esta realidad humana una experiencia de auto reconocimiento.
Entremos en el fondo de estas fuerzas para develar el secreto que se esconde dentro de ellas:
La mente, a través del pensamiento, es la herramienta que nos permite crear la vida que vamos a vivir a continuación, y el cuerpo, es la única frontera entre esta ilusión y la realidad de nuestro espíritu. A través del cuerpo entramos en contacto con nuestra creación, y por medio de nuestras emociones reconocemos el amor que somos. A nivel energético, la ilusión y la realidad se fusionan, y cuando te haces consciente de esto, desaparece la ilusión y comienzas a vivir desde tu única realidad: el amor.
En la realidad del amor no existe el contraste, tampoco los polos, solo existe la unidad. Así que el contraste, la polaridad, la diferencia y la separación, son herramientas que utilizamos para nuestro proceso de experimentación en esta experiencia humana. El día que comprendas y experimentes el poder del amor, te vas a hacer uno solo con tu realidad, uno solo con los demás, uno solo contigo mismo y uno solo con Dios.
El miedo es una de las fuerzas que impulsa nuestra creación y nos lleva a la atracción de eso que tanto tememos. Es así como el miedo nos permite experimentar el amor a través del contraste. En el miedo se hacen presente la carencia, la necesidad y la duda.
El ego, la más grande de las ilusiones, es la falsa identificación de nosotros mismos, es la creencia de ser algo diferente a lo que realmente somos. Gracias al ego experimentamos el miedo, el miedo a dejar de ser eso que falsamente creemos ser. Sin el ego no existiría el miedo, porque nos reconoceríamos en el amor que somos. Y la vida es el escenario en donde el ego se hace presente para que experimentemos el amor a través del contraste. Así que no debemos juzgar ni condenar al ego, porque es una herramienta valiosa para el reconocimiento del amor que somos. Poco a poco, y a medida que vamos evolucionando en la consciencia del amor, vamos necesitando menos del ego para experimentar el amor. Este es el camino de regreso al amor, a la fusión con Dios, a la iluminación. Cuando ya no necesitas del ego para reconocer el amor que eres, te reconoces completamente, y en ese momento tomas consciencia que Dios y tú no son diferentes, sino uno solo, y tus conversaciones con él pasan de ser un diálogo a un monólogo: el monólogo del amor.
Así como solo hay dos fuerzas en el universo, solo hay dos caminos para experimentarse y reconocerse a uno mismo: la vía directa del amor y la experimentación a través del contraste. Independientemente del camino que elijas, solo hay un posible destino: el amor. A medida que vas creciendo en consciencia, vas notando que no es necesario experimentar el amor a través del contraste y comienzas a elegir vivir tu vida a través de la vía directa del amor. Comienzas a tener una mirada diferente de las situaciones que vives en tu vida cotidiana, comienzas a descubrir que cada una de ellas es una oportunidad para experimentar el amor, comienzas a despertar de la ilusión y te vas haciendo consciente del amor que eres. La iluminación es el reconocimiento total de este amor, es el estado en donde te haces uno solo con todo y con todos, es la presencia en el eterno presente.
En conclusión: el ego no es bueno ni malo, solo es, y está dado para experimentar y reconocer el amor que somos, y la verdadera respuesta a la pregunta ¿quién soy yo?, es “Yo Soy el Amor”.
¿Quieres iniciar este camino de experimentación consciente del amor?
¡Acompáñame y vivamos juntos esta Experiencia Yo Soy!
Gabriel Francisco
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